martes, 16 de junio de 2015

Desgracias de una tumbona. Marta Pérez.



Yo soy la que te sujeta para que no te caigas al suelo. 
Yo que sufro más que nadie, que aguanto pesos muy grandes, sufro mucho, ¿sabes? 
Me llevas en el maletero doblado. No tienes bastante con sentarte, que echas mi respaldo para atrás y te tumbas, así pesas más.
Los niños saltan sobre mí y se ponen de pie o se duermen. 
Vayas donde vayas me llevas contigo, en la playa, en la piscina... donde sea. 
Con mis colores los niños alucinan.
 Cada vez pesas más. Normal, si te traes el tupperware con las tortillas, los filetes empanados, las papas con alioli o te compras un helado. Como sigas así, me romperé. Cuando acaba el verano me guardas en el trastero, ese trastero tan oscuro y frío, de verdad que lo odio con todas mis fuerzas. 
Cuando llega el día en el que me estropeo me tiras a la basura o me cambias por otra.
¡No hay derecho! ¡Justicia, yA!



Estoy sentado en una tumbona, junto a la orilla del mar.
Y tengo mis ojos cerrados, sintiendo las olas llegar.
También, escucho a los niños, que chapucean sin cesar.
Y siento una suave brisa, que me relaja simpar.
Ahora, abro mis ojos y las olas vienen y van.
Los niños siguen jugando y la brisa, ¿dónde está?
Prefiero cerrar mis ojos, junto a la orilla del mar
y seguir disfrutando, de esos placeres, un ratito más.
Antonio Leal.

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